Columna de Opinión: Madera impregnada con CCA: el riesgo que el ciudadano común no conoce
Si hablamos de contaminación es probable que una serie de residuos se crucen en nuestra mente, pero lo cierto es que además de los contaminantes que conocemos actualmente, hay otros que pueden llegar a ser mucho más dañinos y cuyo uso es tan masivo que no lo consideramos como un potencial peligro. Me refiero a la madera impregnada, presente en postes, cercos, viviendas, y hasta en las plazas donde juegan los niños.
¿Por qué productos que han sido suspendidos por su peligrosidad en Japón, en Estados Unidos y en gran parte de Europa, se siguen fabricando con total naturalidad en Chile? No podemos seguir siendo la puerta trasera de los países desarrollados, que hace más de una década advirtieron efectos nocivos en este tipo de productos, reemplazándolos por preservantes para madera, con un carácter menos tóxico que el CCA (cobre, cromo, arsénico).
Si bien el CCA es sumamente efectivo, económico y puede durar muchos años, se transforma en un riesgo inminente al lixiviarse frente a los efectos del agua. Al enfrentarse a la lluvia o humedad del ambiente, la madera tratada con CCA sufre el arrastre de los metales pesados que lo componen, los cuales se depositan en el suelo y recursos hídricos, quedando alojados principalmente en las napas subterráneas. Esto genera un problema ambiental considerable, afectando directamente la salud de las personas.
En Estados Unidos y Europa la poca madera impregnada con CCA que se utiliza, está presente en zonas en las que no transitan personas. Acá en cambio, vemos ese mismo material en áreas peatonales, así como postes de alumbrado público, cercas en sitios privados, plazoletas, entre otros. Vemos a niños pequeños jugando en “áreas verdes” provistas de juegos elaborados a base de madera tratada con CCA, exponiéndose directamente al contacto con este material de alta toxicidad.
Como es sabido, la piel es un órgano bastante permeable, por lo tanto, si los niños usan este tipo de instalaciones, podemos imaginar lo que sucede cuando apoyan sus manos y otras partes del cuerpo sobre estos elementos. Hoy en día las “áreas verdes”, donde juegan, no nos parecen extrañas, pues como no ha habido difusión respecto a los efectos negativos ocasionados por estos productos, pareciera no existir el problema.
Como país nos hace falta generar conciencia de los riesgos a los que nos somete la desinformación. Por otro lado, existe un desafío para quienes trabajamos en I+D+i, de buscar alternativas que reemplacen el uso de productos de alto impacto ambiental. Si bien es complejo suplir estos compuestos por completo, sería de gran ayuda alejarlos al máximo del radio urbano, para evitar que los seres vivos tengamos algún tipo de contacto con ellos.
En lo personal, creo que para iniciar la búsqueda de productos preservantes alternativos para madera, una buena opción sería volcarnos hacia los compuestos activos provenientes del material vegetal disponible en la naturaleza o de los mismos desechos producidos durante procesos de tipo agrícola y forestal, con el fin de desarrollar sistemas que tengan efectos significativos contra el ataque de los agentes bióticos que atacan la madera.
Sabemos que es complejo, que se requiere mucho tiempo en investigación y la incorporación de nuevas tecnologías. Junto a lo anterior, cabe destacar que las opciones seleccionadas para este fin, deben proponer soluciones rentables y capaces de satisfacer el mercado de la madera tratada con preservantes.
El desafío es grande, pero es hora de asumirlo mediante los recursos que tenemos a nuestro alcance. El intento es lo que puede hacer la diferencia, sobre todo si queremos que las futuras generaciones crezcan en un ambiente limpio y saludable. Este es el mayor e invaluable bien que podemos heredarles.
Marcela Vidal, Mg. en Cs. y Tecnología de la Madera e Ingeniera de Desarrollo del Centro de Investigación de Polímeros Avanzados, CIPA.